Se imaginan al Ecuador en una época sin televisión, computadoras, juegos electrónicos e Internet. Muchos la describirían como una época aburrida, sin grandes atracciones, a pesar de que ya existir el teatro, la actividad cultural que llenaba de alegría a los ecuatorianos, y convocaba a las masas, era el radioteatro.
El radioteatro tuvo una época dorada en el Ecuador, durante varios años la gente pasaba alrededor de la radio escuchando varias horas, programas y programas de este mágico arte que ofrecía a la radioaudiencia la posibilidad de crear e imaginar cosas en ese preciso instante.
En el Ecuador, durante los años 40, varias emisoras radiales querían presentar algo diferente, algo nuevo. Es por esto que varios artistas teatrales lograron ingresar a las emisoras, aunque “tampoco los conocimientos actorales eran fruto de Academias o Facultades de arte”[1]. Para realizar estas verdaderas obras de arte, la gente que se encargaba de toda esta maquinaría debía tener la intuición, talento e interpretación para lograr todos los efectos que se requerían para las obras. Los actores tenían un duro aprendizaje, pero provechoso, necesitaban puntualidad y precisión en las obras, ya que el más mínimo error les costaría perder audiencia.
“El trabajar directamente al aire era porque las emisoras no contaban con grabadoras hacía que el esfuerzo de interpretación, sonorización y musicalización fuera intenso; dentro del estudio se exigía absoluto silencio empleándose al máximo el lenguaje gestual; cualquier distracción o error de lectura era física e inmediatamente castigado por el director; eran otros tiempos y otros métodos que resultaron benéficos para los jóvenes actores”[2].
Estas obras fueron reduciéndose poco a poco al público femenino (amas de casas, abuelas, muchachas soñadoras y empleadas domésticas) debido a que varias obras eran de carácter romántico o problemas sentimentales, eran pocas las obras destinadas a ambos géneros. Los personajes en las obras tenían varios estereotipos como los hombres galanes, las mujeres hermosas, los antagonistas que era gente odiada sin importar su estado físico (ya que había antagonistas bien parecidos), en resumen se trataba de implantar una imagen a la sociedad. Como los dice Nathasa Salguero, “El espectador de la radionovela tiende a identificarse con el héroe o la heroína. Frente a tanto sufrimiento injusto de los personajes, las propias tribulaciones parecen más ligeras. No hay contradicciones de clases. Sólo los individuos se movilizan entre las masas (…)”[3].
Los libretistas sabían cuando comenzaba una novela pero no cuando terminaría; podía durar 20 capítulos o 300 si tenía éxito; con todo, escribir diariamente una obra que mantuviera el interés del oyente resultaba extremadamente duro, los temas reales no están permitidos, porque sembrarían en la conciencia de los oyentes la necesidad de análisis y cambio, y ganarían al público masculino hasta ahora reticente a escuchar radionovelas cursis y repetitivas.
A pesar de que las radionovelas eran un algo tan bien realizado Prácticamente ninguna radiodifusora posee un estudio para producción de radionovelas. Se han hecho muchos seriales sin la implementación, centrando su éxito en el argumento e interpretación más que en la ambientación sonora. Algo que es inspirador de esa época fue la creatividad. Esto era el eje central de la producción: el efecto de fuego se conseguía arrugando papel carbón o celofán; la puerta que chirriaba era un carrizo torcido lentamente; una lavacara con agua servía para nadar y hasta para ahogarse si el libreto lo exigía; la comunicación telefónica se conseguía con un vaso frente a la boca; los besos se daban en la propia mano; el galopar de caballos eran golpes rítmicos sobre el pecho; los pasos se hacían sobre una tabla y todo efecto se realizaba en el estudio.
También el historiador Ricardo Descalzi señala que cuando la radio se impuso en el país, se creyó habría un resurgimiento del teatro pero la desilusión no demoró en presentarse porque:
“…El teatro del aire, a base de dramatizaciones de relatos o piezas escritas para la escena, y a veces, las mas, dialogación de noveletas cursis, folletines tragicómicos escritos en serie como base de anuncios comerciales…el teatro radiofónico se transformó en una serial de dramones lloriqueantes de gran truculencia o en bufonadas, astracantes sin ninguna huella de sensibilidad artística”[4].
(Libretas de radioteatro colección Museo de la ciudad y Edmundo Rosero) |
Tomado de:
[1][2]San Félix Álvaro, “Radiodifusión en la Mitad del Mundo”, Editorial Nacional, Quito, Ecuador, 1991, página 145/146 Biblioteca FLACSO.
[3] Entrevista a Nathasa Salguero tomada del libro “Radiodifusión en la Mitad del Mundo” de Álvaro San Félix, página 147.
[4] Entrevista realizada a Ricardo Descalzi en el libro “Radiodifusión en la Mitad del Mundo” de Álvaro San Félix, página 149
Juan Carlos Flores A.
1 comentario:
Muy bien esos enlaces, es lo que les hacía falta.
Sigan adelante.
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